jueves, 1 de mayo de 2014

Hora de acostarse

A lo largo del día uno tiene unas metas. Como una hoja de libreta llena de garabatos, unos en rojo, otros en mayúsculas; una lista bastante sucia pero intuitiva. La intención es modificar, aceptar o analizar esas situaciones que nos atañen, pero algunas veces, o muchas, se tira del gag de arrugar la hoja y empezar a escribir de nuevo.

Supongo que es el problema de no tener un jefe, de ser autónomo. Cuando uno es un asalariado, cumple con las tareas que se le dice en orden, y si no se puede, o le echa más ganas o se resigna a que no puede ser, que le despidan pero está haciendo lo correcto.

Pero cuando la conciencia moral se desarrolla, tenemos nuestros propios objetivos, que pueden tener relación con los demás o no, pero el máximo interesado somos nosotros. Podríamos trabajar igual que si fuera para otro, pero estar haciendo "lo que se puede" muchas veces no es suficiente para uno mismo, y uno se pregunta "¿Qué pasa? ¿Qué pasa?".

Esto se ve en los artistas modernos. Antaño, un retratista o un paisajista se limitaba a su trabajo. Iba a cobrar por ello. Podía venirle mejor o peor cómo quedara la obra, pero tampoco iba a salirse de su línea mientras le echara el tiempo y el ánimo habituales. Hoy en día, un mal cuadro, sin embargo, puede ser para un crítico la revelación de que un puntero en el arte actual es en realidad un inútil con suerte que no era consciente de lo grandioso que estaba pintando. También puede acabar siendo un genio que se había limitado a pintar basura porque no lograba atrapar yo qué sé musa.

La cuestión son las emociones. Uno se puede repetir mil veces que las emociones no son importantes, que son los sentimientos que se forjan con el paso de los años a lo que hay que hacer caso, y que no hay que flaquear porque haya habido una mala racha. Vender en la séptima puerta igual que en la primera, decían ayer, en las jornadas de inserción laboral.

Claro que sí, psicología positiva. Personas mediocres con una moral por los cielos pueden dejar boquiabiertos a muchos. Pero es que la estadística es algo inherente a la consciencia. Y cuando uno analiza algo con el paso del tiempo, y la tendencia parece apuntar al rincón más oscuro del infierno, a ver quién es el santo, o el incauto, que se le presenta delante y le dice que siga adelante, que no se fije en si le duelen las piernas o se le escapa la respiración, que va en el buen camino mientras se esfuerce...

Pues a veces uno no puede evitar pensar que es la hora de acostarse aunque no se haya puesto el sol, que parece que seguir es sólo cagarla, que a ver si mañana, por inspiración divina, se da mejor, porque parece que en la meta le esperan lanzándole cuchillos en vez de sonriendo. Así que buenas noches, y me cago en las emociones.