domingo, 4 de noviembre de 2012

Socios o Hijos

Una de las bases del amor es la empatía. No solamente llorar a su lado cuando pasan cosas terribles, sino empatía contínua. Ser feliz porque el otro es feliz, estar triste cuando el otro lo está, y también cabrearse con él tanto como con uno mismo.

Sí, qué barbaridad. "¿Cómo va a ser amar cabrearse? Amar es sonreír, tener siempre en una mano una bandeja de galletitas de chocolate gratis, y en la otra un puñado de pétalos de rosa que dejar caer al paso de la amada."

Dando por hecho que cualquier cosa parecida al amor es, a priori, una estupidez voluntaria, que es de las peores que existen aunque hay otras aún peores y más comunes; el caso es que bien mirado, no parece tan contradictorio: Cuando uno quiere a una persona suficiente, no quiere que pase por los mismos fallos que él, ni que se de cuenta en un futuro de lo mucho que se ha equivocado. Lo máximo que se puede amar a alguien es hacer que supere a uno mismo de manera personal.

Yo personalmente mido el desarrollo humano en base a cuatro perspectivas: Serenidad, Capacidad, Conocimiento y Empatía. Son cuatro pilares apoyados entre sí de manera cíclica, cualquiera por separado es insuficiente para ser feliz.

Y efectivamente, la figura materna busca en sus hijos exactamente esos valores. Quieren niños buenos, felices, fuertes e inteligentes.

La madre es quizá la mejor figura a tener en cuenta al hablar de amor. No se puede negar que es el amor más duradero y más fuerte que suele verse. Totalmente incondicional.

Y sin embargo los hijos nunca muestran el mismo interés hacia ellas. Las recuerdan como las que más los han querido, y como las que más los han regañado.

Analicemos ahora la amistad: Creo que cualquiera puede asociar a su mejor amigo con alguien con quien se lo ha pasado bien, sí, pero también que se ha preocupado por uno, que le ha aconsejado en lo que creía que hacía mal, incluso hasta discutir varias veces.

Otra vez aparece la misma relación: incondicionalidad, duración, intensidad... y por otra parte, discusiones. Sí, lo admito, a lo que quiero llegar es al famoso proverbio "Quien bien te quiera te hará llorar". Y no me cabe la menor duda de que en cierta medida, todos nos haríamos cosas que nos disgustarían, si no fuéramos nosotros mismos. Desde la mejor de las intenciones, siempre aparece un hueco para las cosas que, sin dejar de molestarnos en el momento, se hacen para nuestro bien.

Al igual que un heroinómano es incapaz de desintoxicarse él sólo, al igual que un niño no entiende que no puede salir a jugar todo el rato y que estudiar es muy valioso para su futuro, la mayoría de las veces somos incapaces de vernos desde fuera y comprender qué es lo más correcto. A veces por nuestras circunstancias presentes, a veces por las (no) pasadas.

Sí, se puede ser muy feliz con una persona sin preocuparse de su futuro. Pero a nadie le agrada ser consciente de que no se preocupan por su futuro. No buscamos sólo socios, no hasta que no tenemos personas que nos traten como hijos, que cuiden que no nos despistemos de buscar la felicidad. Sí, queremos que nos mimen, pero también que demuestren que el día de mañana irá bien porque ellos nos están supervisando por si se nos va la perspectiva.

E inevitablemente, cuando amamos a alguien queremos que mañana y pasado sonrían. Que dentro de diez años estén más felices de lo que son capaces de comprender ahora. Hasta a veces perder la perspectiva de que la única forma de cuidar de ellos es también tener tacto en el presente.

De un socio sólo se espera que haga lo debido, que cumpla como tal. De un hijo, lo que se espera es amor y felicidad.